TAREAS PENDIENTES

Saskia Sassen, cuyo prestigio y arrojo le permiten decir lo que piensa donde cree oportuno, se lamentó en el Parlamento asturiano de que la clase política guarde silencio ante el drama de los refugiados y de que no haya hecho sus deberes para afrontar dificultades como la ruptura del proyecto europeo que el ‘Brexit’ ha evidenciado. En su análisis de la sociedad actual, apuntó que no ha dejado de tropezarse en los últimos años con los gobernantes como parte del problema. Los argumentos de la socióloga holandesa llevan a concluir que la incapacidad de los mandatarios ante los nuevos poderes capaces de imponer sus propias reglas a los estados deja a los ciudadanos ante una peligrosa pérdida de derechos y una cada vez mayor fractura social.
Con delicada cortesía, la Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales matizó que su crítica excluía a los parlamentarios de todo signo presentes en su conferencia. Obviamente, no está en manos de los partidos asturianos restablecer el equilibrio mundial. Sus responsabilidades son otras. Sus dilemas, también. Los políticos de la región han despertado de un sueño electoral de seis meses en algún caso con la alegría del resultado, no pocos con el alivio de haber dejado atrás una pesadilla y la mayoría con la sensación de que poco ha cambiado tras las elecciones generales, lo que ha hecho que sus discursos nos resulten conocidos. Los socialistas, una vez más, han tendido su mano a la izquierda para impulsar desde la Junta General las medidas que el Ejecutivo regional considera urgentes, aunque las primeras declaraciones de Podemos tras concluir el recuento de votos en Asturias hacen poco esperables más acuerdos que los obligados. Gaspar Llamazares ha visto reforzada su postura de tejer acuerdos parlamentarios y no pactos electorales en los que siempre temió la dilución de Izquierda Unida. Tras los comicios, ha recuperado con mayor determinación sus argumentos a favor de un frente progresista que impida a la derecha llegar al poder en el Principado. El PP, festejado el triunfo electoral, ha comenzado a pasar revista a sus propias filas, calibrar los beneficios de un paulatino acercamiento a Foro y preparar los congresos que se avecinan. Mientras, una periódica ración de reproches al Gobierno regional por su inactividad le resulta suficiente para mantener su estrategia de sacar partido a la fragmentación de la izquierda.
Todos han recompuesto el gesto para mostrar su mejor cara y decir casi lo mismo que antes. Los problemas que dejaron por resolver para lanzarse de cabeza a la campaña electoral más larga de la democracia tampoco han cambiado. Así que poco puede extrañar que el puerto de Gijón haya visto bloqueadas sus propuestas para la refinanciación de su deuda, el alquiler de su antigua sede para un hotel de cinco estrellas y el plan para el rescate económico de la rula. Ni resulta sorprendente que el futuro de la regasificadora de El Musel continúe supeditado a una decisión judicial, que más de 54.000 traviesas sigan a la espera de una empresa que se ocupe de colocarlas en la variante de Pajares, que Renfe suspenda decenas de servicios de cercanías en Asturias a diario, que los constructores protesten por la falta de obras, que los colegios cierren aulas por la pérdida de alumnos o que solo la buena previsión del sector turístico para el verano permita pensar en un aumento del empleo en Asturias. Nada muy distinto de lo que cabía esperar hace seis meses. Tal vez porque ese nuevo mundo de fronteras marcadas por intereses que superan a los de los estados del que Saskia Sassen alerta hace irrelevante cualquier esfuerzo. O tal vez porque nuestros políticos tampoco han hecho sus tareas.