El turismo asturiano despide su mejor verano desde el inicio de la crisis con la seguridad de que a final de año volverá a superar la simbólica cifra de dos millones de visitantes. La mayoría de las 14.000 empresas turísticas de la región cerrarán la temporada alta con el optimismo que dan los beneficios tras varios ejercicios de tribulaciones y números rojos. El sector que mejor ha resistido el azote de la recesión ha celebrado además este año el treinta aniversario de uno de sus grandes hitos, la puesta en marcha de un hotel en Taramundi que abrió las puertas de un turismo rural en el que Asturias nunca ha dejado de ser una referencia. Desde el pasado mes de enero, el Principado ha conmemorado la efeméride con diversas actividades. Bien está recordar los logros cuando el vértigo cotidiano debilita la memoria en tantas ocasiones y siempre que la celebración no se pierda en los derroteros del ensimismamiento por lo conseguido.
El turismo ha cambiado mucho en tres décadas durante las que ha dejado de tener un carácter complementario para consolidarse como un elemento esencial de la economía asturiana. La Asociación de Hostelería y Turismo en Asturias considera que este verano «ha cumplido las expectativas». El récord histórico de turistas que ha recibido España, más de setenta millones, ha llenado los hoteles del litoral y permitido que un buen número de viajeros encontrase en el norte una alternativa a la saturación de otros destinos. La percepción de la península como un ámbito de mayor seguridad que otros países europeos también ha favorecido este aumento de visitantes. Una situación coyuntural que ha contribuido a que todos los alojamientos turísticos de la región superasen el 90% de ocupación durante el mes de agosto. No obstante, la patronal turística prefiere afrontar el futuro con cautela y «evitar los mensajes triunfalistas».
A pesar de que las cifras invitan a la euforia, la sombra de la crisis aún se nota en un gasto que ha crecido de forma contenida, olvidadas las alegrías del pasado; la exigencia de calidad por parte de los clientes aumenta cada temporada; la competencia es ahora global y la estacionalización todavía supone el principal condicionante de muchos negocios para cuyos propietarios resulta más rentable cerrar cuando el invierno enfría la demanda. Con el objetivo de conjurar estos riesgos, la Consejería de Industria y las organizaciones empresariales han pactado un plan estratégico que aspira a encaminar la política regional en esta materia hasta 2020. La Administración asume la necesidad de promocionar los principales atractivos de la región: desde las rutas de montaña y las playas que han sustentado durante décadas las campañas del paraíso natural asturiano al patrimonio de una industria minera reconvertida en museo, de la oferta gastronómica a los deportes de riesgo, del camino de Santiago al turismo de congresos. Nada innovador, pero en todo ello Asturias tiene argumentos sobrados para competir. Los empresarios plantean además la urgencia de elaborar productos capaces de convencer a los turistas de que la visita merece la pena en cualquier época del año y planes de formación que permitan contar con profesionales cada vez más especializados. Nada descabellado. Al contrario, estas necesidades resultan evidentes. El plan solo parece requerir el presupuesto que marca la diferencia entre un museo y un aula, una colección de folletos y una campaña eficaz, una fotografía a un monumento y una visita guiada, una senda y una caleya. Pero tanto como el dinero, el turismo asturiano necesita la ambición suficiente para construir los hitos que conmemorar dentro de treinta años.
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borja_8597
Sobre el turismo que nadie creía hace solo tres décadas, hay que repensar la oferta. Multitud de casas rurales que se hacen una competencia encubierta feroz (si la casa es para dos, permiten que vayan cuatro y cosas así. La falta de un turismo de calidad, que podría comenzar por el destino integral turístico de Covandonga. En definitiva, articular un tipo de turismo que deje valor añadido. NO hace falta cantidad y sí calidad. Estos días vemos los bochornosos atascos para subir a los lagos, un espacio natural inundado de CO2 que producen los coches. No, el turismo de Asturias es de pandereta, no de verdadero creador de valor añadido.