PARAMNESIA

Si usted ha finalizado la semana con síntomas de paramnesia no se alarme. Tal vez ha prestado demasiada atención a los políticos asturianos. Las reuniones de los grupos parlamentarios en busca de un acuerdo presupuestario han servido para reafirmar posturas, confirmar desencuentros y repetir fotografías. Esto es, para casi nada. El PSOE mantiene que su prioridad es un pacto de izquierdas, aunque solo con IU ha logrado algún avance que la aritmética hace inútil. De poco han servido por el momento las apelaciones al diálogo de Gaspar Llamazares, el esfuerzo de Cristina Coto por presentar un documento alternativo o la paciencia de Nicanor García, que soportó una hora de plantón a la espera de que los socialistas finalizasen una reunión previa. Al Gobierno regional solo le salen las cuentas con los votos de Podemos o el PP. Pero los encuentros del PSOE con el partido morado han terminado con la recíproca impresión de que cuanto mejor se conocen más se detestan. Tanto, que el portavoz del Gobierno, Guillermo Martínez, llegó a pedir a quienes su formación intenta cortejar como socio preferente que abandonen «el teatrillo» y las excusas. Desde las antípodas, Emilio León desgranó el viernes las muchas diferencias que impiden avanzar hacia el acuerdo: el rechazo del Ejecutivo a una reforma fiscal que incluya el IRPF y Patrimonio, su actitud contraria a modificar el gasto, la negativa a bajar el sueldo de los altos cargos… Los principales partidos de la izquierda asturiana están más preocupados por endilgarse la culpa del fracaso de las negociaciones que por explicar sus propuestas. El pulso que mantienen no admite treguas. El partido de Pablo Iglesias ve ante sí la oportunidad para tomar nuevas posiciones mientras el PSOE busca un nuevo liderazgo e intenta restañar las heridas de una batalla interna en la que continúan las escaramuzas.
Con una izquierda al borde del guantazo en el Parlamento asturiano, no es de extrañar que la presidenta del PP acuda tan sonriente a las reuniones en las que se negocia el presupuesto. Mercedes Fernández no anda falta de problemas en su propio partido, pero en lo que se refiere a las cuentas regionales lo tiene fácil. Nadie en Génova le reprochará que rebaje la presión sobre un presidente regional con quien Mariano Rajoy tendrá bastante que hablar en los próximos meses. Y facilitar la aprobación del presupuesto casa bien con el discurso de estabilidad que el líder de los populares ha dictado como base filosófica para conservar los votos de la derecha. No hay parlamentario en la Junta General que dude de que el PP está dispuesto a rebajar sus pretensiones a casi nada para dar su voto. Los populares han sido muy claros: «Asturias está mejor con presupuesto que sin él». Pero el PSOE intuye una emboscada en el puente de plata que le ofrecen para vadear la prórroga presupuestaria. En Madrid se aprecian mal los matices de la política asturiana. Poco tardarían en el Congreso de los Diputados en acusar al presidente de la gestora socialista de haberse cobrado parte de la deuda de la investidura. Hace semanas el PSOE asturiano asumió que finalmente deberá elegir entre lo malo y lo peor para sus intereses, entre gobernar asfixiado por un presupuesto extemporáneo o sufrir el desgaste de utilizar al PP como muleta. Un dilema tan peligroso para su cálculo electoral como injusto si los intereses de los asturianos quedan al margen de sus cavilaciones. Sobre todo, después de tanto escuchar a los consejeros del Gobierno asturiano repetir durante semanas que casi todo lo que esta región puede esperar de ellos depende de la aprobación del presupuesto.