El 1 de febrero de 1998 el equipo de Cirugía Cardiaca del Hospital Central realizaba su primer trasplante de corazón. José Luis Fernández, un minero de Morcín, entró en la historia de los avances médicos como el primer paciente asturiano en beneficiarse del extraordinario avance, aunque más importante para él, los médicos del HUCA le regalaron el tiempo suficiente para conocer a su nieta. En menos de dos décadas, este tipo de intervenciones se han hecho frecuentes en el principal hospital asturiano. Quienes superan los primeros meses tras la operación, más del 50%, tienen una esperanza de vida por encima de quince años. Una prórroga ganada a una ley de la naturaleza que no hace tanto parecía inexorable. El pasado 1 de marzo, los cardiólogos del HUCA implantaron por primera vez un corazón artificial. Un sierense de 44 años pendiente de un trasplante ha encontrado en el ‘Heart Mate 3’ un salvavidas al que agarrarse cuando su tiempo ya se agotaba. El novedoso dispositivo ayudará a su corazón a bombear la sangre mientras llega la esperada donación. La intervención duró apenas una hora y cuarto. Fue una de las operaciones de este tipo más rápidas llevadas a cabo en España. «Los asturianos que padezcan insuficiencia cardiaca tienen ahora a su disposición los tratamientos más adecuados», aseguró el cardiólogo José Luis Lambert, uno de los responsables de que la sanidad asturiana haya logrado este nuevo hito.
El equipo de cardiología goza de un merecido prestigio en España. Entre los especialistas y lo que es más importante, entre sus pacientes. Intervenciones que antes suponían un enorme riesgo y una penosa convalecencia se han convertido en pocos años en una precisa rutina y una rápida recuperación. Como otras técnicas antes, el implante de corazones artificiales supone ya una más de las opciones que los cardiólogos del HUCA tienen a su alcance para salvar la vida de los asturianos. Para conseguirlo ha sido necesario formar a 120 profesionales de la sanidad asturiana en Alemania y Barcelona. La primera operación ha supuesto un gasto de casi cien mil euros, 78.000 que cuesta el dispositivo implantado al paciente y 22.000 más para preparar al equipo, al enfermo y a su familia para la cirugía y los cuidados que necesitará a partir de ahora. Cada euro, bien gastado. En una época en la que las listas de espera pesan como una losa sobre la gestión diaria de los hospitales, que ha exigido a los médicos trabajar en ocasiones con menos recursos de los que creen apropiados y en la que incluso ha llegado a cuestionarse la viabilidad del modelo sanitario, incorporar tratamientos tan costosos no resulta sencillo. Tampoco contar con los profesionales capacitados para llevarlos a cabo. Por fortuna, la excelencia alcanzada por el área de cardiología del HUCA no supone una excepción en la sanidad asturiana, que a pesar de las dificultades de los últimos años ha logrado retener mucho del talento de sus equipos. En no pocos casos, por una razón tan sencilla como el compromiso personal con los pacientes y con el equipo con el que se ha compartido el empeño de alcanzar el éxito sin necesidad de hacer las maletas. Comprobar que el dinero de los impuestos que en tantas ocasiones creemos malgastado también permite ser atendido por médicos capaces de mantener a Asturias en la primera línea de la medicina ofrece más argumentos en defensa de la sanidad pública que ningún discurso político. Sencillamente, porque está al alcance de todos. Todavía.