El 11 de febrero de 2004, el entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, plantaba en Lena una simbólica dovela que marcaba el inicio de la variante de Pajares. El objetivo de la que se definió como la obra de ingeniería «más ambiciosa de Europa» era que los asturianos pudiesen viajar en AVE de Gijón a Madrid en menos de tres horas. El Gobierno calculó entonces que se necesitarían seis años para excavar los túneles. Han pasado trece, se han invertido más de tres mil millones y los asturianos que viajan en tren a Madrid continúan padeciendo la extenuante escalada por la decimonónica rampa de Pajares. A partir de León, los pasajeros entran en el siglo XXI. La obra de la alta velocidad más lenta de España no ha dejado de encontrar dificultades: deficiencias en los proyectos, fugas de agua, deslizamientos de los taludes, discrepancias con las constructoras… Los sucesivos ministros se han encargado de detallarlas para justificar los retrasos y defender los recortes. Hasta el punto de que incluso la idea de perforar dos túneles y abrir solo uno fue aceptada por muchos con resignación. Aunque el problema nunca ha sido de ingeniería, sino de voluntad y, sobre todo, de dinero. Bajo el azote de la crisis, la obra ferroviaria más cara del país en una región con poco más de un millón de habitantes parecía un lujo. Algún político se atrevió a decir, eso sí desde Madrid, que tal vez nunca debía haberse iniciado.
Mientras los trabajos se ralentizaban hasta rozar la paralización, los partidos políticos han tenido mucho tiempo para debatir el equipamiento de los túneles. El PSOE ha defendido el ancho ibérico como la fórmula para compatibilizar el tráfico de pasajeros y mercancías. El Gobierno asturiano sostiene que solo este trazado permite amortizar la costosa inversión. El PP, que había prometido un AVE «como el que va a Sevilla», cambió su postura en 2013, cuando Ana Pastor optó por renunciar al ancho internacional. A pesar de ello, los populares firmaron con Foro un pacto para concurrir juntos a las elecciones generales en el que se recogía el compromiso de recuperar el diseño original. Un acuerdo que tal vez no habría tenido más consecuencias si no fuera por el hecho de que la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado puede depender del voto de Isidro Martínez Oblanca, el parlamentario de Foro integrado en la candidatura conjunta por Asturias. En ese contexto, el partido fundado por Cascos ha encontrado el momento para recordar al PP lo suscrito. La presidenta de Foro, Cristina Coto, remitió dos cartas a Mariano Rajoy advirtiéndole de que el AVE era condición innegociable para dar su apoyo a las cuentas. Y al presidente del Gobierno no le sobra ni un voto. Tras el ultimátum epistolar, Fomento varió su postura. No sin reticencias. El departamento que ahora dirige Íñigo de la Serna ha avisado de que el cambio conllevará «plazos más largos» y requerirá 145 millones adicionales para mantener y renovar la rampa de Pajares, por donde tendrían que circular las mercancías pesadas.
El Ejecutivo regional considera la decisión «un disparate, un error histórico y un mazazo al futuro económico de Asturias». La consejera de Infraestructuras, Belén Fernández, opina que Rajoy se ha rendido «a un capricho» y anuncia que está dispuesta a dar la batalla. Ha solicitado una entrevista con el titular de Fomento para expresarle la indignación del Ejecutivo y su preocupación por el impacto que supondrá para la industria asturiana que las mercancías tengan que subir por el puerto, a su juicio, «un despilfarro». En cambio, Francisco Álvarez-Cascos está convencido de que la intervención de su partido ha librado a los asturianos de una histórica discriminación, al lograr que el AVE cruce la variante y puedan viajar en los mismos trenes que los andaluces o los catalanes.
No es malo que los partidos debatan sobre la variante, lo negativo para la región ha sido que desde los años ochenta no han logrado ponerse de acuerdo ni siquiera en la urgencia de terminarla. En ese tiempo, otras autonomías han afrontado discusiones similares, acabado las obras y cabe suponer que mejorado el transporte porque no se han quejado de que sus ciudadanos viajen en trenes de alta velocidad. En el caso de Asturias, la polémica ha servido con frecuencia de parapeto al ministro de turno. En los tres últimos años, la empresa adjudicataria de la vía en la vertiente asturiana no ha puesto ni una sola dovela e incluso ha pedido al ministerio la rescisión del contrato porque considera imposible su cumplimiento. El anuncio de abrir antes un solo túnel no sirvió para agilizar las obras. La modificación del proyecto hace cuatro años, tampoco. La fecha en la que los asturianos dejaremos de viajar a Madrid en segunda clase dependerá más del dinero que el Gobierno esté dispuesto a gastarse que de ninguna otra cosa. Lo demás, son pretextos.