Asturias ha invertido más de treinta años en discutir sobre la necesidad de la variante de Pajares, su impacto, su trazado y el modelo de tren que debe circular por ella. En ese período, nuestros logros se han limitado a dos agujeros en la Cordillera Cantábrica de coste millonario. Para sentir el beneficio de la alta velocidad los asturianos necesitamos llegar a León, la mayoría sometidos al suplicio del actual tendido ferroviario por la decimonónica rampa hasta Busdongo y algunos impacientes a costa del peaje que exige viajar en coche hasta la estación desde donde hoy parten los trenes del siglo en el que vivimos. Finalizada la perforación y pendientes aún de solventar las inundaciones y la inestabilidad de los taludes, el Ministerio de Fomento cambió el proyecto en 2013 con la intención de abrir solo uno de los túneles para trenes de pasajeros y mercancías. En mitad de la crisis, gastados 3.500 millones y después de nueve años de trabajos, la posibilidad de inaugurar lo que fuera contentaba a muchos. El pacto electoral entre el Partido Popular y Foro Asturias ha llevado al ministro Íñigo de la Serna a recuperar el compromiso de que el AVE circule por la variante, lo que obligará a mantener el viejo trazado para los mercancías al menos hasta que los avances tecnológicos permitan que el ancho internacional soporte este tipo de convoyes. El pasado mes de octubre, el titular de Fomento se fijó un plazo de seis meses para licitar las vías. Ha dicho que está dispuesto a «correr hasta el límite», pero que en el mejor de los casos resultará imposible terminar la obra antes de 2020.
Su propuesta tampoco ha logrado poner fin a la polémica. Una plataforma política y social apoyada por el Gobierno asturiano defiende modificar de nuevo los planes para garantizar el tráfico tanto de pasajeros como de mercancías. Ciudadanos, con reivindicaciones parecidas, apela a la movilización, aspira a liderar su propia plataforma y esgrime el riesgo de que la Unión Europea reclame parte de los fondos invertidos si el ministro no revierte su decisión. También existe una plataforma de expertos con su propia opinión, contraria a la defendida por el PP y Foro, partidos que respaldan el actual proyecto como la única manera de conseguir que la alta velocidad llegue a Asturias en las mismas condiciones que al resto de regiones españolas. Incluso llegó a presentarse una plataforma en defensa de la conservación del antiguo trazado por Pajares, una organización de futuro un tanto incierto dado que el mantenimiento del tráfico de mercancías por la rampa la dejaría en parte sin su razón de ser. Plataformas y puntos de vista no nos faltan ni tampoco excusas al Ministerio de Fomento si quisiera desentenderse de la obra. El ministro solo tendría que pedir a los partidos asturianos que se pusieran de acuerdo en el tipo de tren que desean y sentarse a esperar, una postura sin duda más cómoda que la exigida para acabar lo empezado.
Pero sería injusto cuestionar la sincera preocupación de nuestros políticos. Tanto ha sido su empeño en lograr lo mejor para nuestra región que en la actualidad disponemos de los mejores especialistas parlamentarios en ancho ibérico, trazado AVE, eje variable, intercambiadores, catenaria, raíles y locomotoras. Tan convencidos unos y otros de sus opiniones técnicas que en los trece años transcurridos desde que se plantó la primera y simbólica dovela en Pajares el consenso ha resultado imposible. Eso no debería llevarnos a creer que en el retraso de la variante hayan tenido que ver la falta de presupuesto, el mayor peso político de otras autonomías, los intereses personales o los réditos electorales. No se equivoquen. Nuestros políticos nunca permitirían que perdamos el tren del futuro. Saben que malgastar el tiempo de los demás, amén de una descortesía, es un fraude cuando en ello se dilapida el dinero y la confianza del prójimo. No tengan duda de que este debate eterno es por nuestro bien, aunque se les antoje imposible.