Los partidos experimentan sus propios ciclos biológicos, marcados por las citas electorales y las aspiraciones personales. Sin afectarles la ola de frío ni el aletargamiento invernal, los políticos asturianos viven un período de efervescencia con la mirada puesta ya en las elecciones del próximo año y la convicción de que ha llegado el momento de ganarse el puesto en las candidaturas que garantice la nada sencilla supervivencia en un ecosistema donde, llegado este momento, los camaradas son mucho más peligrosos que los adversarios. En la política asturiana se han desatado las hostilidades, que dejan al descubierto las débiles costuras que a veces hilvanan las siglas. Y aunque hablen de mil asuntos, nada les preocupa más que las listas a las que fían su futuro. En el PSOE, Adrián Barbón intenta suturar la brecha interna con una intensa agenda en las agrupaciones. Lejos de cicatrizar, la herida de la elección del secretario general no deja de sangrar. En ella hurgan el resto de partidos para desgastar las siglas que gobiernan en la mayoría de los municipios asturianos. Señalar sus contradicciones se ha convertido en la principal tarea de sus rivales mientras los socialistas especulan con quiénes serán los candidatos que pedirán el voto a la militancia. De un lado, los principales consejeros de un gobierno que mantiene claras discrepancias con Pedro Sánchez. De otro, las figuras emergentes de un puñado de alcaldes que defienden la renovación como el único antídoto posible al desgaste. Como juez y parte, Adrián Barbón, que rechazó de antemano encabezar la candidatura regional, pero a quien muchos en Ferraz ven como mejor solución cuanto mayor sea el envite del sector crítico.
Tampoco el PP vive despreocupado. En su caso, no existen dudas con la candidata después de que Mercedes Fernández arrasara en el último congreso regional. Las cavilaciones de los populares las provocan el espectacular crecimiento de Ciudadanos en Cataluña, los votos que pueda aglutinar Foro y, sobre todo, lograr que las candidaturas municipales supongan un refuerzo y no un lastre. Por eso, en los últimos tiempos los dirigentes del PP andan atareados en apagar los fuegos de las pretensiones de Agustín Iglesias Caunedo, dispuesto a aferrarse al cartel electoral a pesar de sus problemas judiciales. En su penúltimo envite, el líder del partido en Oviedo se ha dado de bruces no solo con la presidenta regional, sino incluso con Génova. En Avilés, un congreso decidirá quién toma el control de un partido fracturado. Y en Gijón, el debate interno para encontrar un candidato capaz de levantar las siglas de la gaviota de su suelo electoral es la mayor preocupación de sus militantes, conscientes de que algunos aspirantes restan más que suman.
En Foro, casi todas las miradas están puestas en la alcaldesa de Gijón. Carmen Moriyón anunció antes de que nadie la obligara a decirlo que su compromiso llegaba hasta final de mandato. Pero sus militantes se resisten a pensar que la mujer que ha logrado gobernar el mayor municipio de la región pueda irse a casa sin más. Se dividen entre quienes desearían que continuase y los que ven en su salto a la política regional la mejor baza de su partido y la fórmula idónea para apuntalar a su sucesor en la lista municipal. Ciudadanos, tras la euforia de su resultado en Cataluña, ha dejado Asturias en manos de Ignacio Prendes, en la confianza de que su experiencia en Madrid supone la mejor garantía para dotarse de la estructura territorial que necesita para aspirar a más que un cierto protagonismo en el juego de las mayorías parlamentarias. Podemos, que aún digiere el descalabro catalán, tiene claro que no todo puede depender de Pablo Iglesias. También sus candidatos locales y regionales han de ganarse el puesto, así que la estrategia no es otra que hacerse más notorios y permitir menos concesiones. La fulgurante defensa de la renta social en Gijón lo dice todo. Mientras, Izquierda Unida reivindica su identidad frente a un plan de integración en Podemos que desde Asturias, donde la coalición logró sus mejores resultados, se ve con más preocupación que alegría. Todos se ven con abundante trabajo por delante para llegar a las urnas en las mejores condiciones. Tanto, que tal vez les convendría reservar algún hueco en sus agendas para lo mucho que en Asturias no puede esperar.