Pablo Casado es el nuevo presidente del PP. Ni la polémica del máster in absentia ni las acusaciones de alistar a la derecha más rancia en su candidatura lograron frenar la carrera hacia el liderazgo de quien intenta aunar una imagen de renovación con la recuperación de los principios ideológicos de la derecha española. Casado aglutinó a quienes querían romper con la etapa anterior, a los que reclamaban una vuelta a las raíces y a los enemigos de Soraya Sáenz de Santamaría, que por lo visto también eran unos cuantos. Con todos ellos, alcanzó el 57,2% de los votos. Su última intervención antes de la votación final dejaba entrever su confianza. La exvicepresidenta se presentaba como la mejor alternativa para ganar las elecciones. Casado puso por delante la reconstrucción de un partido que aún no se cree lo que le ha pasado. Los militantes habían optado por Santamaría. Los compromisarios se quedaron con el hombre que lanzó su candidatura al grito de «yo sí doy la cara» cuando todos los que fueron sus rivales aún andaban tanteándose. Ahora es el nuevo presidente del partido creado por Manuel Fraga. Su proclamación ha cerrado un cónclave que en la filas populares se siente como una refundación.
El congreso comenzó con la despedida de Mariano Rajoy, que se va, pero se queda, sobre todo para diferenciarse de José María Aznar, que de líder carismático ha pasado a oráculo conservador y cuya lealtad a las siglas, aún sin nombrarlo, cuestionó un líder que quiso hacer de su despedida un ejemplo. Rajoy ni siquiera participó en la votación final para que nadie pueda decir ahora que tenía un favorito. Ejerció de Rajoy y de gallego una vez más, aún cuando una de las candidatas era su mano derecha en el Gobierno. Casado se lo agradeció con elogios y con el reconocimiento de que el partido «seguirá necesitándote». Pero también recordó a José María Aznar, del que también se siente heredero. En eso, la diferencia con su adversaria sí era clara.
Pablo Casado ofrece integración de los derrotados para iniciar lo que define como una «reconquista». Los populares están habituados a cerrar filas con su líder por mucho que arrecie la tormenta. Pero nunca antes habían vivido un proceso electoral interno en el que la cuerda se tensara hasta el punto de la descalificación y las acusaciones de juego sucio. A eso no estaban acostumbrados. El nuevo presidente tiene mucho descalabro que suturar. Uno de ellos en Asturias, donde Mercedes Fernández, que había secundado a María Dolores de Cospedal en la primera vuelta, pasó de pedir unidad a proclamar su apoyo a Santamaría con el congreso ya iniciado. Un error de cálculo que tal vez no cometieron algunos de sus compromisarios y que deja a la presidenta del PP asturiano en el grupo de los derrotados. Paradójicamente, el mismo bando al que se apuntó Agustín Iglesias Caunedo, enfrentado a la dirección regional, que también manifestó su simpatía por Soraya. Ambos quedan bajo el mando de un presidente al que no respaldaron. Cuentan con la ventaja de que al nuevo líder del PP no le sobra nadie en las actuales circunstancias, pero en la nueva junta directiva no estará Luis Venta, como la líder del PP asturiano había pactado con Sáenz de Santamaría. Reyes Fernández Hurlé y Pablo Álvarez-Pire son los dos asturianos que formarán parte de la nueva dirección. Dos nombres ajenos al desgaste de los últimos tiempos y a los que su posición ofrecerá muchas oportunidades de demostrar su valía. El líder del PP necesita encontrar nuevos talentos, con tanta proyección como garantías de un currículum impoluto. Al borde del acantilado, como ahora se siente el PP, no caben tropiezos. Pablo Casado sabe que le aguarda una dura travesía para superar el desgaste de la corrupción y las elecciones autonómicas están a la vuelta de la esquina. Toca aguantarse las ganas de revancha y recurrir a un discurso conciliador. «Si yo gano nadie pierde. Aquí cabe todo lo que está a la derecha del PSOE», ha dicho. Pero tampoco puede titubear cuando llegue el momento de tomar decisiones. Ni parece su estilo ni puede permitirse demasiada disidencia.
Foto: Afp.