Está de moda. Puede comprobarlo a poco que ponga un pie en algún estand de la Feria de Muestras. La realidad virtual le ofrecerá la posibilidad de emular a Quini, escalar el Urriellu, pilotar un bólido, ordeñar una vaca y hasta requemar un arroz con leche. En el camino entre tan variopinta recreación de las muchas situaciones que tal vez nunca pruebe de verdad es probable que se tropiece con algunos humanos de carne y hueso aunque inmersos también en su propia existencia virtual. Políticos con cargo que imaginan su vida fuera de él, aspirantes a casi todo convencidos de que sus deseos se harán realidad, líderes empeñados en reconstruir la historia a la medida de sus necesidades y augures de todo signo dispuestos a ofrecerle el futuro que quiera escuchar. Efectos inevitables de las quimeras que alimenta la proximidad de las elecciones autonómicas y municipales. Los partidos asturianos transitan de la especulación a las quinielas. Todo admite apuestas: la composición de las candidaturas, los resultados de las urnas, las hipotéticas alianzas y, por supuesto, los nombres de quienes se sentarán en las alcaldías o en el despacho de Suárez de la Riva. Encontrará a quienes juegan a las quinielas de lo que está por venir con la calma del que nada tiene que perder o la ansiedad de quien envida sus esperanzas con malas cartas.
Una maraña de sentimientos dispares traducidos en opiniones antagónicas que usted puede seguir en las crónicas de una feria por la que pasarán todos los que son o pretenden ser algo en un partido de esta región. Aunque más allá de la convicción con la que los políticos asturianos procuran arrimar el ascua a su sardina, el hecho es que este verano lo están pasando con un ojo en casa y otro en Madrid. Pendientes de la fortaleza de un Gobierno dispuesto a resistir lo que pueda con 85 parlamentarios, de lo que los jueces digan de un máster del principal jefe de filas de la oposición y del ímpetu con el que el adalid de Podemos regrese de la baja de paternidad. Conscientes de que gran parte de sus expectativas tal vez dependan de las urgencias electorales en otras autonomías y, sobre todo, de la respuesta a un más que probable desafío del independentismo catalán al que las buenas palabras parecen apaciguar en ciertos momentos y envalentonar en otros. Sabedores de que sus líderes regresarán de vacaciones dispuestos a bailar al ritmo de las encuestas. Nuestra clase política se resigna a que buena parte de lo que le tocará en suerte dependerá de los aciertos y errores de otros. Pero no por eso perdona el menor desliz ni en las filas ajenas ni en las propias líneas. En el tiempo virtual de encontrar un lugar al sol, no sobra ni un segundo para disparar a todo el que se mueva y parezca tropezarse. Aún a riesgo de verse atrapados en el fuego cruzado, no hay quien deje pasar de largo una avispa y menos un Falcon. Ni siquiera su lamentable tercera posición entre los principales problemas para los españoles, según refleja el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas, disuade a nuestros políticos de anteponer su supervivencia a la solución de las no pocas dificultades que se intuyen a la vuelta de la esquina.
En la irrealidad imaginada, todo parece factible, incluso la resurrección, lo que en el caso de los políticos tiende a alentar la insensatez. Aunque el mayor riesgo en los próximos meses no será que alguno de ellos se descalabre a sí mismo, algo más que posible, ni siquiera que asistamos a despedidas o retornos inesperados. El principal peligro para quienes vivimos en la realidad nada virtual es que de tan enfrascados que están en su propio mundo, se olviden del nuestro.
Fotografía: José Ramón Navarro.