La historia, por definición, se reserva la narración de los acontecimientos pasados dignos de permanecer en la memoria. Y en Asturias se han escrito no pocos capítulos imprescindibles en cualquier crónica de España, tal vez algunos pretendidamente infravalorados, aunque no por ello menos importantes para entender lo que ahora somos. A ellos se sumarán las páginas que recogerán el primer acto oficial de Leonor de Borbón en la región que da nombre a su título. La Princesa de Asturias ha dado en Covadonga un paso trascendente en un papel institucional en el que habrá un antes y un después de su visita a la Santina. La preocupación de los Reyes por evitar la excesiva exposición pública de sus hijas ha sido evidente. Por ello, es obvio deducir la importancia que han concedido a la organización de esta visita. Su agenda fue planificada con detalle con el propósito de que entroncara y actualizase al mismo tiempo las tradiciones de la monarquía. Con los tiempos pautados y ensayados todos los pormenores imaginables. Un trabajo del que se ocuparon durante meses la Casa Real y las instituciones asturianas. La presencia de la Princesa ha servido para conmemorar tres centenarios en un solo día y soslayado con una sola imagen las polémicas sobre la promoción de unas efemérides a las que los partidos políticos de la región han dedicado más debates que hechos. Como efecto inmediato, la asistencia de la familia real a la celebración de los centenarios de Covadonga y el parque nacional ha obsequiado a Asturias con una campaña publicitaria difícil de conseguir de otra manera. Desde un punto de vista pragmático y cortoplacista, la fotografía de los Reyes y sus hijas en el recién construido mirador de la Princesa contribuirá más a la promoción de los Picos de Europa que buena parte de las campañas de promoción turística concebidas en los últimos tiempos. En el ámbito institucional, ha logrado reunir a administraciones y personalidades que hasta ahora en poco se habían puesto de acuerdo para celebrar este triple centenario.
Difícil adivinar qué reservará la historia a las controversias que acompañaron esta conmemoración y a lo que tal vez pudo ser. En cambio, la heredera al trono más joven de Europa ya tiene un espacio reservado en los anales desde el día de su nacimiento. Con fecha ocho de septiembre de 2018 se añadirán unas líneas más, no poco importantes, al relato de su vida que es también el de España. Junto a ella quizás aparezcan algunos de quienes la acompañaron en esta jornada, otros nombres preservados en el futuro en consideración a su valía. De lo que no cabe duda es de que Asturias aparecerá junto al nombre de Leonor de Borbón. No solo por la distinción que le ha merecido su pasado, también por el protagonismo que ha sabido lograr en el presente. Y de ello el principal mérito es de los asturianos. Su carácter ha preservado Covadonga como un símbolo incluso por encima de los credos, su trabajo de siglos ha cincelado en los Picos de Europa un espacio natural único en el mundo y su personalidad ha construido una región donde la hospitalidad se reivindica como un rasgo identitario. Más que su capacidad para engalanar un escenario mejor o peor dispuesto, ha sido la idiosincrasia de Asturias la que ha hecho posible que Cangas de Onís acogiera este acontecimiento, un regalo esperado por este municipio desde el nacimiento de la Princesa. En un momento de equilibrios inestables en la política nacional y en el que las relaciones territoriales se perciben como una amenaza, Asturias aún es capaz de celebrar lo que nos une, algo que solo es posible cuando las discrepancias se someten a la tolerancia. Solo por eso y más allá de la importancia de perpetuar la tradición, rememorar antiguas gestas o celebrar de manera adecuada estos centenarios, la historia debe reservar también a los asturianos el lugar que merecen.