El peaje del Huerna subirá un 1,67% a partir del 1 de enero. Dicho más claro, desde esa fecha cada vez que un asturiano cruce el Negrón en coche deberá pagar 13,72 euros. A los camioneros les saldrá más caro, casi 22 euros por cada porte a la Meseta. El Ministerio de Fomento anunció este incremento al mismo tiempo que una rebaja de un 30% en los peajes de las autopistas rescatadas en otras autonomías. Por la noche, incluso serán gratuitas. Con ello, el Gobierno ha evitado que los asturianos nos quedásemos con la cara de sorpresa que hubiera provocado un simple aumento sin el añadido del agravio. Hemos pasado directamente del estupor al cabreo.
Gracias al peaje del Huerna, quienes vivimos a este lado de Campomanes hemos tenido ocasión de realizar el mayor ejercicio de solidaridad con las arcas públicas en la historia de las infraestructuras en España. Con tal de librarnos de las empinadas rampas de Pajares, aceptamos una autopista de pago que nos pareció un cambio de siglo. Tan felices nos sentimos de olvidar los vertiginosos descensos entre la niebla con el freno pisado hasta el esguince que ni siquiera se cuestionó si de verdad se podía llamar alternativa al itinerario gratuito. Las 785 pesetas que costaba el tique a principios de los años ochenta no era un precio barato, pero era tanta la alegría de circular por una autopista que no faltaron medallas para repartir entre la clase política por tan histórico avance. Hasta que nos percatamos de que la parada en Villablino no era tan simbólica como nos habían prometido. Para rebajar la tarifa, se decidió ampliar la concesión hasta 2050. Entonces se nos dijo que la prórroga permitiría mantener la gratuidad del tramo León-Benavente y continuar la inversión en las muchas obras que con el tiempo nos beneficiarían. Los asturianos, de nuevo solidarios, asumimos rascarnos el bolsillo a la espera de tiempos mejores y obras mayores. Que no llegaron. Y cuando otras autopistas de pago entraron en bancarrota, nuestra contribución mantuvo a flote a Aucalsa. Más que por su buena gestión o nuestro interés en que la concesionaria del Huerna repartiera beneficios, porque vivimos en una región donde el tren llega a León por el mismo trazado desde el siglo XIX, a velocidad de diligencia, y el vuelo a Barajas o Barcelona puede costar lo mismo que un billete a Nueva York.
Las actuales circunstancias llevan ahora al Gobierno a plantear que nuestro sentido fraternal asuma otra subida. En las mismas condiciones que un préstamo con usura. Sin más opción que aceptarlo si no queremos salir de Asturias por una caleya siempre que el tiempo lo permita. No es la cordillera la mayor barrera que nos separa de Madrid, sino la indiferencia.