Los candidatos asturianos se han lanzado a una campaña contrarreloj con la impresión de que las elecciones generales les robaron tiempo y protagonismo. Obligados a apuntalar a sus líderes nacionales, su papel quedó reducido al de gregarios de lujo en una carrera en la que, por más circunscripciones que existan, lo importante para los partidos es secundar el discurso de sus cabezas de lista. En función de las necesidades de cada sigla, a unos les tocó tapar huecos y a otros someterse a un voluntario ostracismo en función de las estrategias diseñadas desde Madrid. Cada cual hizo lo que quiso, pudo y supo por ayudar a su jefe de filas. En una campaña polarizada, en la que los partidos buscaron más errores ajenos que los aciertos propios, el debate regional quedó reducido en la mayoría de los discursos a someras referencias sobre algunos asuntos de actualidad. Asturias salió más en las fotos que en las declaraciones de los candidatos a la Presidencia del Gobierno. Poco se habló de las propuestas para una región demasiado pequeña para que los grandes líderes le dedicaran tiempo a ofrecer proyectos específicos sobre los que debatir. Para sopesar su voto, los asturianos tuvieron que conformarse con analizar las consecuencias de aplicar en la región las recetas generales de cada formación.
Un calendario que ha concentrado dos convocatorias electorales en un mes ha exigido que los candidatos autonómicos y municipales inicien su campaña sin apenas un momento para el resuello. Cierto que el despertar de las generales ha sido dulce para unos y agrio para otros, pero ahora son otras las cuestiones que se deciden. No poco importantes. Asturias elige un nuevo Ejecutivo regional y sus corporaciones locales en un momento complejo, preocupada por el futuro de su industria, atenazada por un declive demográfico que se intuye como una gangrena, necesitada de medidas que apuntalen su recuperación económica y pendiente de las decisiones de las que dependerá su futuro. Asturias necesita, en el Gobierno y en la oposición, líderes capaces porque limitarse a gestionar el tiempo y encomendarse a la coyuntura es un privilegio que no está en situación de permitirse. Por eso es bueno que los candidatos aprovechen el tiempo electoral para contarnos qué nos ofrecen. Es el momento de presentar sus proyectos y confrontar sus programas. De hablar de Asturias. Otra cuestión es que prefieran la comodidad de los actos para convencidos, los discursos vacíos y los debates previsibles, que sirven para elevar la autoestima de los candidatos, pero que poco dicen de lo que son capaces de hacer para cambiar eso que ellos suelen llamar escenario y el resto realidad.