Los asturianos han hablado. Puede que a algunos no les guste lo que han dicho, pero en democracia no cabe opinión más valiosa. Después de una campaña con más ruido que ideas, el recuento electoral ha dejado en Asturias un liderazgo sólido, el del secretario general de la FSA, presidente de facto, que en apenas dos años ha logrado sobreponerse a la división, la desconfianza y los intentos soterrados de atarle en corto. Adrián Barbón gobernará Asturias con el respaldo de veinte diputados, el mejor resultado de su partido en doce años y después de hacer del socialismo que algunos motejaban de nuevo, el único. Con un respaldo suficiente para hablar con quien quiera cuando lo crea necesario y la ocasión de apuntalar la estabilidad en el centrismo de Ciudadanos o en una izquierda, donde su partido casi ha recuperado el campo anterior a la irrupción de las nuevas siglas.
Las urnas no han resuelto la bicefalia armígera del PP. Sus resultados sirven lo mismo a unos para describir un fracaso que a otros para reivindicar sus méritos. Si el listón previo a la campaña situaba el aprobado en el doble dígito y la resistencia al empuje de Ciudadanos, su candidatura ha pasado el examen, pero también ha perdido un senador mientras que el PSOE ha conseguido el doble de escaños. Las espadas en las filas populares siguen en alto a la espera de un hueco en la agenda de Génova. El resto de partidos no pueden decir que hayan alcanzado sus aspiraciones. Les queda la autocrítica, las fricciones internas e incluso los cambios de liderazgo. La candidata de Foro ha sido la primera en asumir las consecuencias de la derrota. Carmen Moriyón ni siquiera recogerá el acta de diputada. Regresará al hospital de Cabueñes, donde están encantados de recuperarla. Aún está por ver qué ocurre en Ciudadanos, Podemos e IU. De los posibles pactos puede depender también el futuro de sus líderes. La molienda de la oposición se antoja demasiado para algunos. Una cosa es decidir, aunque sea desde la Junta, y otra sentarse en el escaño a ver cómo el PSOE se aplica con el rodillo. Solo Vox se contenta. Esperaba más, pero se conforma con tener sitio en un parlamento donde antes no estaban.
En cualquier caso, las elecciones han dejado la estabilidad necesaria para permitir al nuevo gobierno un análisis sensato de la situación y la capacidad de ofrecer nuevas respuestas a los problemas de Asturias. En su primera comparecencia pública tras el escrutinio, el líder socialista administró la euforia y no se entregó al ajuste de cuentas. Se limitó a agradecer el respaldo y formular una sola promesa: «Trabajar para recuperar la confianza de los asturianos». Procurando no caer en la desmesura ni en la fatalidad. Con una sola frase, el líder socialista sorprendió a extraños y a unos cuantos de los propios dejando claro que ha comenzado un nuevo tiempo político.
Fotografía: Daniel Mora