El ‘Open Arms’, encallado en la política

El ‘Open Arms’ desembarcó a 107 personas en Lampedusa después de que la Fiscalía italiana dictara una orden para la inmediata evacuación del pasaje y la incautación del barco. El navío llevaba veinte días encallado en la intransigencia de las autoridades italianas, las negociaciones en la Unión Europea y las dudas de países como España, que después de exigir a Italia que recibiera a los inmigrantes, ofreció los puertos de Algeciras y Baleares. Ese tiempo que los ‘sin papeles’, rescatados y desesperados, vivían entre ataques de pánico, peleas e intentos de motín fue lo que necesitaron los gobiernos europeos para alcanzar un precario acuerdo que solo una decisión de la justicia logró hacer efectivo. La orden del fiscal Luigi Patronaggio facilitó que los inmigrantes pisaran tierra y que los países europeos dispuestos a acogerlos puedan repartírselos.
La organización no gubernamental fundada por Óscar Camps corre el riesgo de recibir una multa, incluso de quedarse sin el viejo barco, convertido ya en un símbolo. Con la ley en la mano, el Ministerio de Fomento ha amenazado con sancionarles. La organización solo disponía de una autorización para transportar ayuda humanitaria a Grecia. Pero la nave levó anclas y puso rumbo a Libia, donde como era previsible, no tardó en encontrar a un grupo de 160 personas jugándose la vida para llegar a las costas europeas. Su actuación podría costarle a Open Arms 900.000 euros de sanción por efectuar un rescate cuando carecía de permiso. Un argumento cuestionable ante la ley internacional del mar, que obliga a prestar ayuda a los náufragos y trasladarlos después a un puerto seguro.
Al margen de su estrategia para avergonzar a Europa, eso fue lo que hizo la tripulación del ‘Open Arms’: salvar vidas. De paso, ha dejado clara la peligrosa falta de escrúpulos de algunos políticos. El ministro del Interior italiano, el ‘ultrainfame’ pero inteligente Mateo Salvini, no ha dudado en jugar con la vida de los inmigrantes y la seguridad de la tripulación para defender su política de fronteras cerradas y agitar unas elecciones que se ha esforzado por convocar en el momento más oportuno para sus intereses. También en España hubo quien consideró a los inmigrantes un grupo de «bien comidos», lo que prueba que la xenofobia resulta tan golosa en este momento para algunos políticos que anula su presumida inteligencia.
El Gobierno español ha terminado por enfadarse con la ONG. Después de sacrificar su postura de demandar a Italia que se hiciese cargo del asunto, como por cierto le correspondía, el Ejecutivo de Pedro Sánchez accedió a recibir el barco y se encontró con una negativa. Finalmente, España ha enviado un buque de la Armada, que servirá para traer a las quince personas que le han tocado en el reparto de urgencia entre cinco naciones. La crisis del ‘Open Arms’ ha terminado con un final feliz para los únicos de sus protagonistas que verdaderamente importan. Pero ha demostrado que la Europa de los 27 se queda solo en cinco con demasiada facilidad. Eso debería preocuparnos. Mucho. Y más aún, lo fácil que ha sido para algunos dejar a un lado su humanidad.