España acogerá la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático que debía celebrarse en Chile. Aún queda un mes para esta cita internacional, pero la polémica se ha adelantado. La activista adolescente Greta Thunberg, que no viaja en avión porque lo considera un medio de transporte demasiado contaminante, quiere hablarle al mundo desde Madrid. Tras su apasionada intervención en la Cumbre del Clima de Nueva York, la joven de 16 años y su familia habían decidido quedarse en América para asistir a la cumbre de Santiago. Ahora tiene cuatro semanas para cruzar el Atlántico. Sabedora de que no le costará encontrarla, ha pedido ayuda. No ha tenido que esperar a que ningún magnate, como en anteriores ocasiones, le ofrezca un barco. A Estados Unidos llegó a bordo del ‘Malizia II’, un supervelero de cero emisiones propiedad de Pierre Casiraghi, hijo de la princesa Carolina de Mónaco. Esta vez, tendrá toda la colaboración del Ejecutivo español para llegar a tiempo. La ministra de Transición Ecológica ha sido la primera en tenderle la mano. «Nos ayudas a todos a generar preocupación, abrir mentes y mejorar la acción», la ha elogiado Teresa Ribera. Aunque no todo el mundo espera su visita con tanto entusiasmo. Icónica para unos, Greta es para otros muchos el resultado de una eficaz campaña publicitaria. «Pocas personas han hecho más daño a la causa del cambio climático que los padres de Greta Thunberg», ha dicho Cayetana Álvarez de Toledo, que ha pedido que se escuche la opinión de los científicos y no las invectivas de una joven con asperger que muchos creen dictadas por la diestra mano de su familia.
La niña sueca de discurso desafiante, que llama cobardes a los líderes mundiales y nos pide que probemos a sentir el mismo pánico que ella ante la destrucción del planeta, no deja a nadie indiferente. Se ha convertido en una figura icónica de la lucha contra el cambio climático. Un símbolo también de una época que busca liderazgos y de una sociedad que cuestiona sus axiomas. En la que emergen nuevos intereses económicos y políticos. Difícil saber qué será de Greta al cabo del tiempo. Hay quien ve en ella la primera mesías de la lucha contra la destrucción del planeta. Y quien siente lástima de esta hija de un productor teatral y una cantante de ópera que lleva sobre sus hombros un peso que muchos adultos serían incapaces de soportar. En cualquier caso, ha conseguido de los líderes mundiales la atención que personajes como Donald Trump reservan a muy pocos aunque sea para burlarse de ellos. Tal vez esta candidata al Nobel de la Paz acabe por difuminarse. Pero el debate que representa ha llegado para quedarse y cambiar el mundo. Ojalá para mejor. Por eso Greta ha triunfado justo ahora. Guste o no.