Tenemos Gobierno, al fin. Nuevo en casi todo. El primero de coalición desde la República. Con dieciocho ministerios, cuatro vicepresidencias, más peso de las mujeres que nunca, ocho ministros sin carné de partido y hasta un matrimonio. Los seis pactos que sostuvieron la investidura han obligado a estirar, dividir y renombrar las carteras
para cumplir acuerdos, equilibrar fuerzas y hasta protegerse de los propios socios. Un Ejecutivo en el que no estará la asturiana María Luisa Carcedo. Repartidas sus competencias, han dado para llenar tres ministerios, lo que además ha permitido al presidente sustituir a una experta en sanidad por un especialista en gestión de empresas y en negociar con el independentismo, que falta hará. Se entiende la tristeza del sector sanitario, que últimamente se sentía más comprendido porque en dieciséis meses como ministra, Carcedo había puesto sobre la mesa más asuntos que muchos de sus predecesores en toda una legislatura. Con ella al frente, Sanidad pasó de tapar agujeros a abrir caminos, lo que siempre es de agradecer. Asturias pierde una cartera, pero sobre todo una importante voz en el Consejo de Ministros.
La influencia del socialismo asturiano en Madrid queda, en gran medida, en las manos de Adriana Lastra y Adrián Barbón. Muchos no hubieran apostado por un acuerdo de investidura a seis bandas y pocos se hubieran atrevido a echárselo sobre los hombros. La vicesecretaria general no solo cumplió el encargo de Sánchez, lo defendió en el Congreso a satisfacción de su bancada y le dejó un recadito a la oposición que define su carácter: «Si creen que me van a amedrentar con gritos, me conocen muy poquito». A estas alturas, a nadie ni dentro ni fuera de su partido, se le escapa el poder que tiene en sus manos la portavoz más joven que ha tenido el PSOE en el Congreso. El presidente asturiano fue el único líder territorial que acudió a recibir a Pedro Sánchez en la puerta del Congreso antes de la votación definitiva de investidura, uno de esos momentos en los que los líderes solo quieren cerca a los íntimos y los imprescindibles. El presidente regional no ha dudado en garantizar que los asuntos de Asturias estarán sobre la mesa del Consejo de Ministros. Una promesa que le compromete, que la oposición se anotó y anuncia la necesidad de cambiar el paso en la política asturiana. El tiempo de esperar se ha terminado. El Principado tiene mucho que pedir al nuevo Gobierno y más que negociar con los ministros. La Federación Socialista Asturiana ha señalado sus prioridades: completar unas infraestructuras ferroviarias que han pulverizado todos los records de demoras, encauzar una política industrial con tintes de reconversión por más que la palabra asuste, enderezar una curva demográfica que amenaza con dejar amplias zonas de la región como hábitat de matorral y conseguir una financiación que alcance para más que para asegurar las nóminas públicas y el gasto corriente. En los tiempos del ‘Green Deal europeo’, el Principado también necesita un nuevo trato. El anterior se lo comieron el tiempo y el descuido, más despiadados que la carcoma.