El vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, presentó el Pacto Verde como un mensaje a «los mineros de Asturias». Un día después de tan prometedora afirmación, las cifras de las ayudas para afrontar la descarbonización concretaron sus palabras. La grandiosa declaración de Europa se tradujo en 307,5 millones para España, el 4,7% de los fondos. Polonia recibirá dos mil millones, Alemania, 876,6; Rumanía no menos de 700 e incluso Italia contará con más presupuesto: 364 millones. El mensaje de Europa quedó claro. No hacen falta muchas cuentas para ver lo que le puede tocar a Asturias de 307 millones a repartir en siete años y como mínimo con otras tres regiones, Castilla-La Mancha, Aragón y Castilla y León. Solo los aduladores, los interesados y los distraídos aplaudieron con un optimismo a prueba de lógica. Los criterios para la distribución de las ayudas parecen claros. Europa ha puesto un precio al minero que quiere mandar para casa, intenta convencer a los países más reacios a golpe de talonario y ha primado a la locomotora alemana, que aún utiliza mucho carbón, y a sus países satélites. Si alguna empresa tenía dudas de dónde estará el dinero de Europa en los próximos años, ahora lo verá claro.
Asturias lleva décadas obedeciendo sumisamente las directrices comunitarias. Cerró una mina tras otra y ha comenzado a desmantelar sus térmicas con la esperanza de ver recompensado su sacrificio. Ha ocurrido justo lo contrario. Europa ha mirado las cifras de los sectores aún por reconvertir y el peso político de los estados en la nueva era ‘post Brexit’. Así que a España, con menos mineros que nunca y un papel bastante secundario en los últimos tiempos en el edificio Berlaymont, le ha dejado las migajas. A los optimistas les queda el consuelo de sumar la aportación estatal y la inversión privada para decir que el programa verde español superará los mil millones o proclamar el éxito de verse reconocidos como una de las regiones afectadas por la transición energética. Pero a diferencia del deporte y los concursos de la tele, en esto, lo importante no es participar. Si España no logra explicar a Europa que sus comarcas mineras ya se han convertido en el solar que Bruselas intenta evitar en otros países, no solo quedará relegada en este plan. La vicepresidenta Teresa Ribera parece que se ha dado cuenta y ha reprochado que la UE cierre los ojos a los «esfuerzos actuales». Por una vez, no ha quedado partido, empresario ni sindicato en Asturias que no comparta con ella la misma sensación de escozor tras la morrada. La ministra más verde del Gobierno se encuentra ahora con que Europa no premia a sus leales, sino a quienes tienen los deberes por hacer y miles de empleos con los que ejercer presión. Al Gobierno le quedan dos caminos: convencernos de que es una suerte que se acuerden de nosotros, como alguno ha intentado, o regresar a Europa, de una vez, para hacerse oír, no de visita. Para esto último, respaldo en Asturias no le faltará.
Fotografía: Juan Carlos Román