Asturias es un paraíso. Hasta ahí, todos de acuerdo. La zapatiesta empieza en cuanto intentamos añadirle un adjetivo a lo poco o mucho que nos une. Les ocurre al Gobierno regional y los empresarios, distanciados por un vídeo. Cincuenta segundos de un montaje audiovisual bastante simple, pero capaz de demostrar que la política es el arte de la oportunidad. El vídeo de marras ni siquiera es nuevo. Fue grabado a principios de año, dentro de una iniciativa para recordar, entre otras cosas, las necesidades de unos empresarios con un horizonte poco halagüeño. ‘Sin empresas no hay paraíso’. Este fue el título con el que la patronal bautizó una campaña en la que demandaba «22 acciones ineludibles para el progreso de Asturias». Un eslogan de resonancias televisivas que recordaba el culebrón de las infraestructuras en Asturias, donde la alta velocidad ferroviaria todavía es un deseo, el aeropuerto ofrece pocas alternativas y la autopista del mar se fue a pique. Hasta ahí, nada que cualquier asturiano no sepa. Solo quienes aguanten hasta el final se encontrarán con una pregunta que a esa altura suena bastante retórica: «¿Invertirías en Asturias?». Por si quedaran dudas, la cuestión se responde con un expresivo pulgar hacia abajo. El vídeo fue emitido por primera vez hace unos meses, al final de la pasada legislatura, con un Gobierno más preocupado de organizar su salida que de otra cosa. Pero el pasado lunes, los empresarios volvieron a ponerlo en circulación. Sin añadir nada, pero en un contexto muy distinto.
En los pocos meses que lleva en el cargo, el nuevo presidente regional se ha empeñado en cambiar el discurso que emanaba de la Administración regional. Adrián Barbón quiere transmitir esperanza y ofrecer Asturias como una región dispuesta a superar sus carencias y ofrecer buenas condiciones a las empresas que deseen asentarse en ella. La parálisis de la política nacional, abstraída primero en la campaña electoral y después en una incierta investidura, la desbocada transición energética, que amenaza a las grandes industrias asturianas y un presupuesto regional en el que los condicionantes heredados dejan poco margen para la iniciativa, no se lo han puesto fácil al nuevo Gobierno. Asturias necesita mucha política, más empeño y, sobre todo, dinero, para enderezar el rumbo. En este contexto, la conclusión del vídeo empresarial le ha llegado como un torpedo a la línea de flotación. Tras su inesperada redifusión en las redes sociales de la patronal, el presidente del Principado recordó algo evidente: tirar piedras al tejado propio solo sirve para ampliar las goteras. Los empresarios reivindican su campaña como una muestra de su preocupación por la región y han acabado por quitarle hierro asegurando que nadie dejará de invertir en Asturias solo por un vídeo. Lo que es cierto, al menos en el caso de este. Ninguno está falto de razón. Tan verdad es que pocas ganas le quedan a uno de comprar casa en Asturias después de ver el vídeo como que los empresarios de la región han demostrado su compromiso con Asturias en muchas ocasiones. Algunos hasta rozar lo heroico. Las intenciones de ambos son loables y el vídeo, más que otra cosa, es zonzorrión. La cuestión es el momento, en el que tal vez resultara más provechoso llevar la batalla de Asturias a Madrid que recuperar esta costumbre tan nuestra de descalabrarnos. Otros, con menos razones y necesidad, lo hacen. Incluso también en vídeo. Y no parece que les vaya mal del todo.