Pablo Iglesias e Irene Montero de vacaciones en Lena. Una indiscutible noticia para Asturias por la evidente relevancia pública del vicepresidente del Gobierno y la ministra de Igualdad. Si cabe aún más este verano, por lo que la primera visita constatada de los principales líderes de Podemos desde las últimas elecciones suponía de excepcional en las dolorosas circunstancias que padecemos. Así fue recogida en las páginas de EL COMERCIO, que también reflejaron la alegría de los vecinos por la elección de su concejo como destino de tan célebres veraneantes. Publicada bajo el mismo criterio por el que desde hace más de 140 años el decano de la prensa asturiana ha relatado las estancias en el Principado de los principales protagonistas de la vida política española. La presencia de un miembro del Consejo de Ministros en la región, en este caso de dos, obviamente, no podía suponer una excepción. Una vez confirmada, ocultar la noticia no solo hubiera supuesto un injustificable doble rasero, sino traicionar la confianza que los lectores depositan en nuestro diario para informarse de la actualidad asturiana. Su visita fue noticia, como las de otros muchos ministros antes. En el caso de algunos y con su beneplácito, incluso en los muchos veranos durante los que la amenaza terrorista les obligó a tomar el sol con guardaespaldas. Aun así, hubo entre ellos quien se atrevió a desafiar a los asesinos y concedió entrevistas en el jardín de su casa para demostrar que no pensaba rendirse ante a las amenazas.
De Pablo Iglesias e Irene Montero no hubo declaraciones. La noticia posterior a la llegada de los líderes de Podemos fue la de su apresurada marcha de la región, motivada, según explicó primero su entorno y luego ellos mismos a través de las redes sociales, por las presiones «de la extrema derecha». En concreto, por una pintada en la carretera y los insultos a través de internet que el equipo de seguridad que les acompaña y que todos costeamos no apreció como una amenaza significativa. En todo caso, estos hechos sí suponen comportamientos inadmisibles para la convivencia que ninguna personalidad pública debería asumir ni tolerar, de vacaciones o no. De los primeros en repudiar lo ocurrido, el presidente regional, prueba evidente de la notoriedad de los protagonistas. Así lo publicó también EL COMERCIO.
Pero no fue la noticia de las vacaciones en Lena de tan destacadas personalidades, reseñada por numerosos medios de comunicación españoles, el desencadenante de las descalificaciones y la intimidación en las redes sociales. Tampoco la información de que Pedro Sánchez veranea en Huelva, difundida por el propio Gobierno, provocó que el presidente fuera increpado y aplaudido simultáneamente en Matalascañas. La causa viene de lejos. Con muchos políticos atareados en apuntalarla. En el caso de Pablo Iglesias, desde los que intentaron aprovechar el breve periplo asturiano del vicepresidente para desgastar la últimamente vapuleada imagen del líder de Podemos hasta algunos miembros de su propio partido, que no dudaron en difundir fantasiosas invenciones escritas bajo su propio dictado en las que se atribuía lo ocurrido poco menos que a un complot periodístico.
Desde hace tiempo, los partidos políticos alimentan por sí mismos, sin necesidad de ayuda ni el menor interés de los medios de comunicación por contribuir a ello, la normalización del insulto y el hostigamiento del adversario a través de las redes sociales. Bajo el pretexto de buscar una comunicación más directa con los ciudadanos, no solo evitan la posibilidad de las incómodas preguntas de los periodistas, también se ahorran una buena dosis de rigor, eluden cualquier posibilidad de contraste, descontextualizan sus afirmaciones y lanzan campañas de funestas consecuencias para la democracia. A ello dedican ingentes cantidades de recursos económicos, que en la mayor parte de los casos se destinan al intento de ampliar la audiencia para sus opiniones, y que suelen redundar en beneficio, sobre todo, de las cuentas de resultados de las multinacionales propietarias de estas plataformas. Hay incluso quien llega a financiar publicaciones digitales con las que disfrazar de información la propaganda de toda la vida. Con toda esta artillería, disparan al adversario, en ocasiones contra las propias filas y, de tarde en tarde, contra algún periodista. Desde las redes sociales, donde muchos ciudadanos y con todo derecho dan su opinión, también se orquestan campañas de distracción, se santifican los bulos y se organizan escraches, algunos digitales y otros físicos, todos ellos inmorales. De todo esto, y más, hubo en la visita de Pablo Iglesias e Irene Montero a Lena. Pero no fue por la noticia de su visita a Asturias.
Fotografía: Efe