El empleo vuelve a aumentar en Asturias, pero uno de cada cuatro jóvenes trabajará para ir tirando como mayor expectativa. El último informe del Consejo de la Juventud recoge que solo el 18,4% de los asturianos menores de 29 años logra emanciparse. Las causas, evidentes. La reducción de los salarios, la temporalidad del empleo al que pueden aspirar y las dificultades para alquilar o comprar una vivienda hacen que la mayoría decida continuar bajo el paraguas de sus padres y estirar su sueldo hasta donde les alcance. Los datos de este estudio entroncan con otros como la constante pérdida de población de Asturias, el saldo migratorio negativo con el resto de comunidades autónomas o el aumento de la brecha salarial entre hombres y mujeres. La estadística encaja las piezas del rompecabezas asturiano para dibujar una región donde las esperanzas de la patronal, cuyo presidente asegura que este será el primero de muchos veranos en el que «iremos a la playa sin estar en crisis», conviven con la preocupación por una sociedad cada vez más envejecida y dependiente de las pensiones, un territorio que busca una industria más moderna mientras administra el imparable declive de sectores en los que antes asentaba su economía.
Asturias intenta apresurar su paso para salir de la crisis mientras los partidos se esfuerzan por adaptar sus discursos a la nueva sociedad en ciernes. La realidad, vista bajo el prisma de los intereses electorales, ofrece argumentos para la esperanza, el conformismo y hasta el desaliento, de todo se escucha en el parlamento asturiano. Lo último ha sido la oferta del presidente regional a los partidos de izquierda de un pacto con el que consolidar una alternativa progresista y social que impida a la derecha alcanzar el poder. La propuesta incluye desalojar a Carmen Moriyón de una alcaldía que el PSOE nunca se ha resignado a perder. La invitación del jefe del Ejecutivo coincide con el guiño de Podemos a una moción de censura y la división interna de los propios socialistas, lanzados a unas primarias en las que confrontan dos modelos de partido más antagónicos de lo que son conscientes. En estas revueltas aguas de la política asturiana la estrategia del PP es echar la caña a los votantes con un cierre de filas que disipe cualquier atisbo de división, ofreciendo su voto a un gobierno en minoría a cambio de demostrar su capacidad para dirigir la política asturiana. Tampoco Foro, Ciudadanos ni Izquierda Unida son ajenos a un cálculo que todos los partidos hacen ya con la mirada puesta en elecciones autonómicas y municipales. En los pasillos de la Junta se habla, mucho, de candidatos y listas, de pulsos internos y posibles alianzas.
En ese camino de los partidos hacia el poder se entiende una oferta de pacto que intenta situar en primer plano al portavoz socialista de Gijón, que recoge apoyos entre la militancia para liderar el PSOE asturiano; cobra sentido el reiterativo discurso de Podemos sobre la corrupción, se robustece el deseo de Izquierda Unida de mantener su independencia en Asturias, y se explican la silenciosa reorganización de Ciudadanos para la recta final de legislatura, el esfuerzo de Foro por demostrar su influencia con el valor de su voto en el Congreso y la preocupación del PP por reconstruir una estructura municipal que no se corresponde con su dimensión autonómica. Mientras los partidos intentan resolver sus dilemas, en las cifras de Asturias se pueden intuir los trazos del futuro. Ante ellas, sin entregarse al optimismo ni dejarse arrastrar por el desánimo, resulta evidente la necesidad de tomar decisiones para mejorar los resultados que ofrece la simple inercia. Queda por ver si a los partidos les queda interés por hacerlo en los próximos dos años, poco tiempo para las aspiraciones de algunos, demasiado para perderlo. Seguro que a los jóvenes asturianos que viven de un empleo que solo les permite el lujo de ser pobres les parece una eternidad.