El concejo de Llanes, donde muchos asuntos han dividido las opiniones y exacerbado a sus ciudadanos durante demasiado tiempo, ha sabido llorar unido la muerte de Javier Ardines. Un reconocimiento debido y ejemplar al pescador que llegó a la casa consistorial por su afán de cambiar las cosas en su municipio y se atrevió a formar parte de un gobierno cuatripartito sin parangón con la esperanza de hacer realidad las ideas que había defendido ante sus vecinos. El concejal que encarnaba la parte del alma llanisca que aún zarpa cada amanecer del puerto y la convicción de defender sus principios con denuedo ante adversarios y aliados fue víctima de un asesinato infame, a pocos metros de su hogar, en una emboscada al amparo de la oscuridad. Llanes ha salido a la calle para exigir justicia por su muerte que, como todo crimen, avergüenza nuestra humanidad y aflige casi tanto como indigna. Los llaniscos se concentraron a la puerta de su Ayuntamiento para expresar su duelo, arropar a la familia de Javier Ardines y demandar todos los esfuerzos posibles por encontrar al culpable. Y a ellos se sumaron miles de asturianos que han sentido tanto la amargura ante la vileza como el dolor de un golpe que nos atañe a todos.
Establecer gradaciones del horror resulta tan superfluo como necio, pero el asesinato del concejal de Izquierda Unida de Llanes está cargado de agravantes. Los que dicta la ley y los que siente una sociedad cuando uno de sus pilares es atacado. Javier Ardines representaba a los hombres y mujeres que se atreven a defender lo que es de todos sin más recompensa que los logros de su trabajo y el reconocimiento de sus vecinos, la política en la que no cabe la aspiración de medrar ni la popularidad mucho más allá de las fronteras de un municipio, en la que la mayor parte del tiempo para lo público se consigue a costa de estirar el día hasta donde alcancen las fuerzas y por la que muchas veces toca aguantar las críticas en plena calle. Nuestra democracia funciona, entre otras cosas, porque cada cuatro años miles de personas se aventuran a formar parte de una lista municipal sin mayores pretensiones que atender los asuntos de su pueblo.
La silla vacía de Javier Ardines en el último Pleno de Llanes reflejó, con el silencio desolador de quien debería haberse sentado en ella, lo mucho que su muerte arrebató. Tal vez el mejor tributo que pudieron rendirle sus compañeros de Corporación fue la aprobación de las obras que el concejal de Izquierda Unida había defendido. Un «va por ti», como lo definió el alcalde Enrique Riestra en una escueta frase que resume tanto el deseo de reivindicar el legado de Javier Ardines como la determinación de continuar adelante con la labor municipal. Más que cualquier recordatorio en un espacio público, que no estará de más, no cabe mayor homenaje que este empeño. El mismo compromiso con el que los investigadores trabajan desde el momento en el que el cuerpo sin vida del concejal de Llanes fue descubierto en un camino de la parroquia de Pría. Ajenos a las especulaciones inútiles, los agentes de la Guardia Civil se han afanado por entrelazar pistas y recopilar testimonios con la convicción de que encontrar al culpable es el único fin aceptable. La imagen de los agentes junto a los compañeros de Corporación del concejal asesinado demuestra su determinación. Por eso, su labor necesita la ayuda y, sobre todo, el respaldo que merece alcanzar una justicia tan necesaria para nuestra sociedad como mantener la memoria de Javier Ardines.
Fotografía: Nel Acebal