Durante 188 días, los guardias civiles encargados de investigar el asesinato de Javier Ardines fueron los únicos protagonistas del caso que nada comentaron. En cambio, tuvieron que oír de todo. Se llegó a decir que no había interés en resolver el caso por sus implicaciones políticas, que eran incapaces de encontrar la menor pista sobre el homicidio, incluso hubo quien se dedicó a contar en las redes sociales los días transcurridos sin que se hubiera producido ninguna detención. El sumario del caso deja en evidencia que mientras otros se dedicaban a especular, el equipo de agentes que se instaló en Llanes pocos días después del homicidio seguía a los responsables de la muerte del concejal. Recopilaron declaraciones, rastrearon teléfonos móviles, siguieron vehículos y ataron cabos hasta llegar a Pedro Nieva, el hombre que contrató a dos sicarios para matar a su amigo cuando descubrió que mantenía una relación con su mujer. Reunidas las pruebas, los agentes dieron su propia y más que fundada versión de lo ocurrido con cuatro detenciones.
El trabajo de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil ha puesto fin a meses de rumores, acusaciones infundadas e incluso intentos de manipulación. La muerte de Ardines sacó a la luz la crispación en un concejo donde algunos se empeñaron en ver el homicidio bajo un prisma urbanístico. Resurgieron antiguos enfrentamientos y reaparecieron personajes interesados en hablar para ajustar sus propias cuentas. Se presentó Llanes como una pequeña y peligrosa Marbella; se llamó incluso a las puertas de empresarios y vecinos que no habían tenido más discrepancias con Javier Ardines que las lógicas en cualquier parte. El tiempo que la investigación necesitó para poner entre rejas a los responsables del asesinato fue aprovechado por algunos para elaborar complejas teorías de la conspiración. Mientras, la familia de Ardines no hizo más que lo único que podía: esperar y demandar la justicia.
Encontrar a los culpables del asesinato de Javier Ardines ha ofrecido el consuelo de saber que los responsables de esta vileza se encuentran en prisión. Por desgracia, no mitiga el dolor que sufren los familiares y amigos del concejal. Su pérdida no tiene reparación. Tampoco soluciona los problemas de Llanes ni acabará con las viejas rencillas urbanísticas y políticas. Pero el trabajo de los guardias civiles encargados del caso ratifica, una vez más, la confianza que merece un cuerpo que ha sabido permanecer ajeno a las críticas y presiones de toda índole. El día que los vecinos homenajearon al concejal asesinado, agentes destinados en Llanes se situaron en primera fila como muestra de su compromiso con la resolución del crimen. Cuando terminaron su labor y la jueza levantó el secreto del sumario, el equipo encargado del caso solo habló con la familia para ofrecerle todas las explicaciones que necesitara. Al resto de la sociedad, sin necesidad de decir nada, le han devuelto la posibilidad de llorar a un hombre que entró en política sin más aspiración que mejorar su concejo. De recordar lo que hizo sin que ninguna especulación enturbie su memoria. De conocer la verdad para que pueda descansar en paz una víctima de la sinrazón y la barbarie que por desgracia solo los humanos podemos alcanzar.
Fotografía: Damián Arienza