Los gijoneses han demostrado ser pacientes, comprensivos y generosos. Han esperado a que los partidos políticos se pusieran de acuerdo sobre el mejor lugar para construir una estación que sustituya al casetón prefabricado donde ahora llegan los trenes, han asumido que los angustiosos años de la crisis exigían atender antes otras necesidades que reemplazar un nefando aparcamiento de autobuses por una terminal digna y han aceptado un túnel inundado y un solar maquillado de parque mientras aguardaban tiempos mejores. En los últimos quince años, los gijoneses han asistido a la presentación de ocurrencias de todo pelaje y escuchado promesas de inversiones cada vez más cuantiosas para hacer realidad lo que los políticos han llamado plan de vías. Sin el menor atisbo de que hubiera un plan ni la menor intención de colocar una traviesa, han contemplado cómo los sucesivos responsables ministeriales garantizaban una solución mejor que la anterior, culpaban a sus predecesores de prometer lo irrealizable, se escudaban en trabas de toda índole y dejaban el asunto para el siguiente en la misma situación en la que se lo habían encontrado. Tan poca esperanza cabía después de tanto marear la perdiz, que el acuerdo entre el Ministerio de Fomento, el Principado y el Ayuntamiento de Gijón para desarrollar y financiar las obras fue aceptado como un final feliz, aunque hubiera que esperar otros seis años para disponer de una estación a la altura del siglo en el que vivimos. Todo fuera por superar una situación que descrita sin el contexto de la ciudad que es Gijón, bien encajaría en cualquier territorio en vías de desarrollo. Solo faltaba la rúbrica del histórico convenio, que por descartada incluso se le restó importancia y se pospuso para encontrar el mejor momento para la fotografía. Y como en casi todos los cálculos de los políticos, a los ciudadanos les ha vuelto a salir a pagar.
Lo seguro hasta hace poco parece distorsionarse en el horizonte con la incertidumbre de un espejismo. Los empresarios asturianos organizaron un acto institucional de copete para recibir al nuevo titular de Fomento, una bienvenida por todo lo alto para celebrar los compromisos alcanzados y poner fecha a lo mucho por hacer para recuperar el tiempo perdido en debates inútiles. Pero en la apretada agenda ministerial no encajó Gijón. En lugar del ministro compareció el secretario general de Infraestructuras, José Javier Izquierdo, para dibujar un panorama del que algunos asistentes a su discurso aún intentan sobreponerse. Resulta que el convenio que se creía seguro está supeditado a una revisión de la que puede salir trasquilado. El proyecto celebrado por el Gobierno regional y el Ayuntamiento de Gijón como un éxito del diálogo y el compromiso entre administraciones ni siquiera es asumido por el ministerio. Y por mucho que todos los partidos de Gijón apoyasen el acuerdo, Fomento no está dispuesto a poner ni un euro hasta quedar convencido de que las obras prometidas por el anterior ministro, Íñigo de la Serna, no fueron ofrecidas con demasiada «alegría». José Luis Ábalos, el valenciano que ahora lleva en su mano la cartera de Fomento, envió a su mano derecha para limitarse a ofrecer «franqueza y transparencia». Sus razones tendrá para decirles a los asturianos que los más de ochocientos millones comprometidos dependen ahora de un examen jurídico cuyo fundamento queda por explicar y cuyos plazos de entrega se desconocen. Un sopapo de este calado a toda una ciudad debe tener importantes motivos que lo justifiquen. Queda conocerlos porque aún no se han explicado. El único argumento esgrimido es la desconfianza en el ministro anterior, implícitamente extendida a la alcaldesa de Gijón e incluso a un Ejecutivo regional de su mismo signo, que aceptaron lo que Fomento ahora cuestiona. Cabe suponer que el proyecto reanude su marcha en un plazo breve. Porque no cabe pensar que nuestros políticos vuelvan a cometer la torpeza de diseñar la enésima alternativa para presentarla en la campaña electoral más próxima, iniciar de nuevo el cansino debate de ‘la culpa es tuya’ y dejar el ‘solarón’ tan verde como lo encontraron. La paciencia, comprensión y generosidad de los gijoneses no merecen más dilaciones como pago. A menos que se les considere ciudadanos de segunda y a su ciudad tan irrelevante como para ignorar la única petición en la que todos sus partidos están de acuerdo.
Fotografía: Jorge Peteiro