Los nuevos líderes acostumbran a describirse con un rasgo distintivo. Adrián Barbón no es el presidente más joven, ni el único que fue antes alcalde. Tampoco el primero que compagina su cargo con la Secretaría General del PSOE. Aunque podría haberse definido como el único en llegar al despacho de Suárez de la Riva incluso contra la voluntad y el pronóstico de la dirección de su partido, él ha preferido saldar la cuenta del pasado con más sutileza y ahorrar trabajo a los cronistas aportando su propia definición: el primer presidente de Asturias nacido tras aprobarse la Constitución de 1978. Y extrajo su propia conclusión a una circunstancia cronológica que no pasaría de suceso si él mismo no la dotara del significado de «un cambio de ciclo».
Asumir este hecho no implica olvidar el pasado, menos aún en un partido como el PSOE, pero sí prescindir de su lastre e incluso de sus réditos. Barbón parece dispuesto a ello. El líder socialista reniega del patrimonio y las deudas de los que no se siente partícipe. No ha llegado a su cargo por herencia, sino por audacia. Tal vez por ello ha prometido gobernar con «un punto de osadía y sin miedo a cometer errores». Pide que le dejen equivocarse, convencido de que «Asturias no está para tiempos muertos» y no quiere dejarse ahogar «por los vapores de una vieja Asturias» cuyos efectos analgésicos e incluso letales conoce bien. Desde que decidió subirse a un barco que muchos consideraban a la deriva, ha podido comprobar que las viejas recetas ya no sirven para los tiempos que corren. Por eso, ha comenzado por redactar un nuevo discurso. Un primer paso, el imprescindible para recorrer cualquier sendero. Más si lo que pretende es abrir un camino distinto para la política asturiana, tendente a veces a agotarse y marearnos con interminables rutas en círculo.
El presidente de los asturianos ha emprendido la marcha con una declaración: «Asturias tiene más futuro que pasado». Una gota de optimismo en las aguas del melancólico océano asturiano de la incertidumbre industrial, la crisis demográfica, las penurias financieras y las infraestructuras pendientes. Asuntos que «no admiten más demora». Él mismo lo ha dicho. Por eso, ha pedido a los asturianos que entiendan «una prisa» que ha dejado de ser la suya para ser la de todos, al igual que su suerte. Barbón ha cambiado el discurso, pero también sabe que ayer comenzaron a contar los días de mandato, cuando los hechos son las palabras más importantes de un presidente.