Este año iniciarán su carrera universitaria los estudiantes nacidos en 2002. El año del hundimiento del ‘Prestige’, cuando Adrián Barbón se licenció en Derecho y en el que Gijón firmó su primer acuerdo con el Principado y el Ministerio de Fomento para suprimir la barrera ferroviaria, construir un metrotrén y levantar una estación digna de la ciudad. Quizás sus padres creyeron alguna vez que cuando estos jóvenes llegaran a la universidad viajarían en metro cada día si estudiaban en el campus gijonés o que les verían subirse a un tren de alta velocidad para llegar a Madrid en menos de tres horas. Es improbable que sus hijos pensaran lo mismo. Ellos solo han conocido el ‘Solarón’ que ocupaba la antigua estación como un parque sin árboles, un gran tendejón prefabricado como estación y una cansina sucesión de incumplimientos justificados por las diferencias políticas, las sucesivas crisis y los errores ajenos.
Esta semana, el Congreso de los Diputados defendió construir la nueva estación junto al Museo del Ferrocarril el mismo día que la Junta General del Principado apoyaba su emplazamiento en Moreda. En 18 años, nuestros políticos no han logrado ponerse de acuerdo en casi nada sobre el proyecto ferroviario para Gijón y cuando lo han hecho ha servido para poco. A estas alturas, lo más sensato que pueden hacer estos jóvenes es trasladar las esperanzas de sus padres a sus hijos. Las generaciones anteriores no tienen derecho a pedirles más hasta que, al fin, hagan algo.
Fotografía: Juan Carlos Tuero